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Días espectaculares entre glaciares

Nada más llegar, el pueblo de montaña de El Chaltén nos hechizó. Marina ya lo conocía bastante por su trabajo como Tour líder en el que pasó varias temporadas por allí. Para Christian en cambio, la visita era un estreno. Incluso el camino por la ruta, que corre directamente hacia la impresionante silueta de la montaña a lo largo de varios kilómetros, deja sin aliento y se alarga cada vez más con numerosas paradas fotográficas. Finalmente al atravesar la entrada del pueblo, se encuentran por las calles varios turistas con ropa de trekking, residentes locales haciendo las compras diarias y todos moviéndose de aquí allá a pie. Como aquí hay luz hasta casi las 10 de la noche y llegamos temprano, nos registramos en la hosteria donde pasaríamos esa noche, nos pusimos nuestras botas de montaña y salimos hacia los miradores más cercanos por encima del pueblo. El fuerte viento hace que la subida sea más dura de lo esperado, y una vez que se llega a la cima, hay que estar literalmente atento para no ser volado. Pero las vistas merecen la pena. ¡Qué bienvenida! Después de estirar las piernas, bajamos y paramos en una de las muchas pequeñas cervecerías del pueblo y disfrutamos del glorioso sol de la tarde. Sin embargo, no estuvimos solos por mucho tiempo. En ese poco tiempo sentados, dos amigas de Marina se acercaron y la sorpresa fue perfecta: Fernanda lideraba el primer grupo de G después de estar meses suspendidos por Corona y Flor estaba de vacaciones con la familia. Después de la puesta de sol, se siente el frio rápidamente, así que preparamos nuestras mochilas para la primera gran excursión de montaña del día siguiente, disfrutamos de la ducha caliente y por fin estábamos deseando volver a tener una cama de verdad después de cuatro noches en carpa.

A la mañana siguiente tuvimos otra primicia: ¡el desayuno incluido ! Aunque resultó ser, típicamente argentino, bastante sencillo, disfrutamos de que nos sirvieran el desayuno por primera vez en nuestro viaje. Después, cargamos todas nuestras cosas en la Gaucha y la dejamos completamente cargada pero segura en el estacionamiento de nuestras cabañas para las siguientes cuatro noches. Deliberadamente no habíamos reservado alojamiento para esa segunda noche porque queríamos pasarla en el último campamento que hay bajo el legendario Cerro Fitz Roy o Chaltén. En consecuencia, nuestro equipaje de senderismo pesaba ese día unos cuantos kilos más, ya que arrastramos hasta la cima nuestra espaciosa y cómoda pero también muy pesada carpa canadiense, el saco de dormir y la esterilla. E0mpezamos nuestro recorrido totalmente cargados y muy motivados, acompañados de un sol radiante. Los primeros kilómetros fueron una subida tranquila hasta que llegamos a la meseta, desde donde tuvimos las primeras vistas magníficas del valle y, para nuestro deleite, también de la cumbre. Esto no es en absoluto normal, porque por algo la montaña en el lenguaje de los lugareños se llama El Chaltén (montaña humeante). La mayor parte del tiempo, debido a su posición expuesta, está cubierta de nubes. El viento constante impulsa las nubes a lo largo de la cordillera y muy a menudo se quedan atascadas en la cima. Por eso los lugareños solían pensar que debía ser un volcán. En realidad, sin embargo, la silueta de la montaña de múltiples picos es de piedra de granito y muestra los restos de un macizo montañoso cubierto originalmente por un enorme glaciar. El glaciar erosionó la roca durante miles de años y hace tiempo que desapareció. Impulsados por la encantadora naturaleza, llegamos al campamento después de tres horas de subidas y bajadas patagónicas y montamos nuestra carpa en un tiempo récord. Aparte de nosotros, ya había unos cuantos campistas más y, tras un breve respiro, abordamos el último tramo con mochilas mucho más ligeras. Este fue todo un reto. Otras 1,5 horas de subida empinada en serpentinas pedregosas hasta que finalmente llegamos a la cima. Qué espectáculo: el magnífico Fitz Roy, de 3400 m de altura, lleva el nombre del capitán inglés que llegó a la Patagonia junto con Charles Darwin en su legendario barco, el Beagle, se eleva por encima de una laguna azul turquesa, la "Laguna de los tres". El cielo azul sin nubes y el sol brillante hicieron que el espectáculo fuera perfecto. Después de saludar al pequeño zorro que merodea por aquí arriba con total tranquilidad, exploramos la laguna e inmediatamente descubrimos una segunda desde una colina, con un miniglaciar al fondo. Fascinados por tantos colores, naturaleza e impresiones, pasamos toda la tarde allí arriba y sólo regresamos a nuestra tienda al anochecer. Aquí arriba no había duchas, ni comida, pero afortunadamente habíamos llevado provisiones: comimos unas deliciosas empanadas de la panadería del pueblo, nos lavamos los dientes y nos acostamos pronto. Un guía de montaña nos aconsejó que volviéramos a empezar la ascensión hacia las 4 de la mañana del día siguiente para poder experimentar el amanecer en la cima. Y ese era exactamente el plan =)

Um 3.30 Uhr klingelte der Wecker und nach kurzer Überwindung, rafften wir uns auf und marschierten eine halbe Stunde später mit Stirnlampen durch die kalte Dunkelheit. Dabei waren wir bei weitem nicht die einzigen. Der Weg nach oben war durch funkelnde Stirnlampen fast schon hell erleuchtet, da die Gruppe französischer Fotografen offenbar schon deutlich vor uns aufgebrochen waren. So bildeten wir das Ende der Lichterkette und machten uns an den vom Vortag bekannten Aufstieg. Dieser fiel bei Kälte und zur frühen Stunde deutlich schwerer, zum Glück wurde es aber von Minute zu Minute heller und pünktlich um 5.30 Uhr standen wir erneut oben. Die Franzosen hatten ihre Kameras bereits positioniert und nach weiteren 10 Minuten warten war es dann soweit: die ersten Sonnenstrahlen des Tages blitzten über die Lagune und tauchten alles in ein morgendliches Rosa. Sensationell! Das frühe Aufstehen war vergessen und wir hüllten uns in den mitgebrachten Schlafsack, wärmten uns mit heißem Tee und genossen das Naturschauspiel in vollen Zügen. Kurze Zeit später war die Sonne aufgegangen und wärmte uns endlich auch von oben. Nachdem wir uns ein zweites Mal satt gesehen hatten, ging es erneut bergab. Nach einer kurzen Siesta im Zelt wurde der Tagesplan kurzerhand über den Haufen geworfen. Da wir sehr früh dran waren und der Tag wettertechnisch ähnlich spektakulär zu werden schien, wie der Vortag, entschieden wir uns gegen den Abstieg und brachen stattdessen direkt zum nächsten Highlight auf: dem Cerro Torre samt seiner Lagune. Der große Nachteil an der Planänderung war, das Mehrgepäck, dass wir mitschleppten und sich mit jedem Kilometer mehr spürbar bemerkbar machte. Ein wunderbarer fast ebener Wanderweg, vorbei an zwei weiteren Lagunen, durch grüne Wiesen, Wälder und entlang einem Fluss entschädigen aber für die Kilos auf dem Rücken und als wir auf den Weg zum Cerro Torre einbogen, versteckten wir alles Überflüssige im Gebüsch und traten die letzten sechs Kilometer bis zur Lagune mit deutlich leichterem Gepäck an. Eine gute Stunde später standen wir vor der zweiten Lagune des Tages und blickten erstaunt hinauf auf den 3130 m hohen Gipfel des Cerro Torre. Erstaunt vor allem wegen der großen Eisschollen, die in der Lagune trieben. Der zweite spektakuläre Anblick an diesem Tag und dieses Mal war er in Form von Gletschereis sprichwörtlich zum Anfassen. Geflashed, müde und erschöpft legten wir uns auf den großen Steinen am Strand nieder und hielten erstmal Siesta. Zwei Stunden später wachten wir mit einem leichten Sonnenbrand auf, genossen noch einen letzten Blick auf den Gipfel und traten den 9 km langen Rückweg an. Unsere verstecken Sachen fanden wir sofort wieder und zweieinhalb Stunden später erreichten wir wirklich mit den letzten Körnern El Chaltén. Von Burger, Pommes und Bier hatten wir den ganzen Rückweg über geräumt und so stießen wir auf der Sonnenterasse auf zwei überragende Tage, 30 gelaufene Kilometer und unvergessliche Gletschermomente an, bevor wir, nach einer besonders ausgiebigen heißen Dusche in unserer kleinen aber schmucken Hütte, ins Bett fielen.

Die nächsten zwei Tage war die Sonne leider nicht mehr zu sehen, stattdessen stand Regenwetter an, was uns aber gerade recht kam. Wir nutzten die Pause zum Ausruhen, Entspannen und zur weiteren Reiseplanung. Zum Glück verfügt El Chaltén über hervorragende kleine, familiengeführte Restaurants, die als Highlight des Tages dienen, wie zum Beispiel „La Tapera“, wo wir köstliches Lamm mit Blick auf den Fitz Roy serviert bekamen. Hier trafen wir auf Neil, Marinas kanadischen Kollegen, der mit zwei Reisenden aus der Schweiz und Kanada auf Tour war und verabredeten uns mit ihnen zu einer Wanderung in den kommenden Tagen. Ebenso trafen wir Marinas Kollegen Nacho, der mit der zweiten Reisegruppe der Saison in El Chaltén angekommen war und sich riesig über unseren Besuch freute, genauso wie Gabo, einen weiteren ehemaligen Kollegen, der mit seiner Frau in den Flitterwochen war. Dann war endlich wieder Sonne angesagt und wir schwangen uns zur Abwechslung mal auf zwei Räder. Mit dem Van ging es früh morgens über die Schotterpiste hinauf zum Lago Desierto, wo wir zunächst in einer kleinen Pension frühstückten. Zu Fuß erkundeten wir die Wanderwege zum Gletscher Huemul, mit seiner türkisenen versteckten Lagune und machten uns für ein paar Kilometer auf den Weg, der zur chilenischen Grenze führt und diese - in normalen Zeiten – nach 12 km überquert. Per Schiff und weiter zu Fuß gelangt man dann bis nach Villa O'Higgins, dem südlichsten chilenischen Ort der legendären Carretera Austral. Für uns ging es nach wenigen Kilometern wieder zurück und dann mit den Mountainbikes durch das Tal für knappe 40 Kilometer. Auf der spektakulären Strecke vom riesigen Lago del Desierto entlang dem Fluss „Rio de las vueltas“, der das Gletscherwasser von den Bergen zurück ins Dorf El Chaltén spült, ließen wir uns ausgiebig Zeit für viele kleine Stopps und Pausen. Die holprige Schotterpiste und der stärker werdende Wind verlangten uns so einiges ab, es machte aber auch riesigen Spaß und hatte zum Teil etwas von Windsurfen. Am Refugio de Montana, an der wunderschönen Laguna Condor, waren wir dann ready für eine Siesta am Strand und bestaunten das Refugio mit seinen Hütten und einem mit Kohle betriebenen Whirpool im Freien. Da wir die Bikes bis 20 Uhr zurück bringen mussten, machten wir uns nach der Mittagspause wieder auf den Weg, immer weiter bergab. Dabei hielten wir auch eifrig Ausschau nach Huemul, der patagonischen Rehart, die jedoch ebenso wie der Puma nur sehr selten und mit äußert viel Glück zu sehen ist. Das Glück blieb uns leider verwehrt, dafür gab es in der Pension Bonanza leckeren Kuchen und heißen Kaffee, bevor wir das letzte Stück meisterten und kurz vor Schließzeit in El Chaltén entrollten. Den super Tagestrip ließen wir in einer Cervezería bei strahlendem Sonnenschein ausklingen und spürten auf dem Weg zu unseren Cabanas bereits den Muskelkater im Hintern an den nächsten Tagen kommen – aber der war es uns allemal Wert =)

Dann hieß es auch schon wieder Abschied nehmen vom Bergdorf El Chaltén und weiter ging es für dreieinhalb Stunden ins 200 km entfernte El Calafate, dem mit knapp 30.000 Einwohnern touristischen Knotenpunkt im südlichen Patagonien. El Calafate hat sehr viel zu bieten: Restaurants, Brauereien, traditionelle Estancias umgeben von wilder Natur am Lago Argentino und natürlich den famosen Perito Moreno Gletscher als absolutes Highlight. Wir buchten uns für drei Nächte bei Nestor und seinem Bruder ein und bezogen eines seiner komfortablen Appartements am Rand der Stadt. Die beiden bildeten ein kongeniales Duo, waren super freundliche Gastgeber und freuten sich sichtlich über unseren Besuch. Gleich am ersten Tag zog es uns, nach einem ausgiebigen und sehr unterhaltsamen Frühstück mit den beiden Gastgebern, hinaus zum Gletscher, welcher nach dem argentinischen Geologen Perito Moreno benannt war. Nach gut einer Stunde erreichten wir den Nationalpark und eine halbe Stunde später standen wir vor der beeindruckenden weißen Eiswand. Wieder einmal spielte das Wetter mit und obwohl wir den Gletscher beide schon besucht hatten, waren wir aufs Neue begeistert. Als einer der größten Auslassgletscher des südpatagonischen Eisfelds beeindruckt er vor allem durch seine im Lago Argentino endende Gletscherzunge, von der ständig Teile der riesigen Eismassen hinab ins Wasser stürzen. Die Besucherpfade reichen an manchen Stellen so nahe an den Gletscher heran, dass man das Spektakel des herausbrechenden Eises hautnah hören, sehen und live miterleben kann. Bei strahlendem Sonnenschein ein überragendes Naturschauspiel, dem man gut und gerne den ganzen Tag lang zuschauen kann. Mit ausreichend Proviant ausgestattet, spazierten wir die vielen Holzwege entlang und durften so manchen spektakulären Eisabbrüchen beiwohnen. Am Ende des Tages führte uns einer der Wege bis zum Strand des Sees hinab, wo wir eine Siesta auf den Steinen vor den vorbei schwimmenden Eisschollen hielten – wahrlich nicht der schlechteste Ort. Zurück zur Gaucha ging es dann jedoch nochmal ein ganzes Stück bergauf, ehe sie Marina durch die Abenddämmerung entlang der kurvenreichen Straße des Nationalparks zurück nach El Calafate steuerte. Nach einer heißen Dusche gönnten wir uns noch eine sagenhafte Grillplatte im Restaurant Don Pichon, mit toller Aussicht über die Stadt, bevor es zurück ins Appartement zur Vorbereitung auf die geplante Wanderung mit Neil und seinen beiden Gästen am nächsten Tag ging.

Unseren letzten Tag in El Calafate gingen wir nochmal sportlich an. Um 9 Uhr holten wir unsere drei Wanderfreunde am Hotel ab und brausten mit der Gaucha für eine Stunde zum abgelegenen Cerro Cristal hinaus. Griffin, Neils kanadischer Gast, zeigte sich die gesamte Fahrt über total begeistert von der Gaucha und die Schweizerin Andrea sorgte für beste Stimmung auf der Rückbank. Mitten im Nigendwo parkten wir die Gaucha an der Schotterpiste und starteten die mit 1000 Höhenmetern durchaus herausfordernde Wanderung hinauf zum Cerro Cristales, wo ein 360 Grad Ausblick über die Anden auf uns warten sollte. In Serpentinen ging es zunächst durch grüne Wiesen und Weiden nach oben, ehe die Vegetation immer karger und der Weg steiniger wurde. Dann hatten wir auch schon die Baumgrenze passiert und fanden uns in einer Felslandschaft wieder. In unserem Rücken boten sich bereits sensationelle Ausblicke ins Tal, zum Perito Moreno Gletscher und mit steigender Höhe konnten wir mehr und mehr erahnen, was uns oben erwarten würde. Der letzte Teil hatte es dann in sich, schlängelte sich der Weg doch sehr steil den schroffen Felsen hinauf, bei jetzt starkem Wind. Doch nach knapp zweieinhalb Stunden erreichten wir den Gipfel und Neil hatte wahrlich nicht zu viel versprochen: ein sagenhafter Blick über die Anden-Kordilliere, bis zu den Bergen des Torres del Paine Massivs in Chile, den weißen Perito Moreno Gletscher und die blau schimmernden Lago Rocca und Lago Argentino – sensationell! Gestärkt durch ein Gipfelvesper und mit frischen Klamotten ausgestattet ging es zügig zurück hinab zur Gaucha, die unten auf uns wartete. Griffins Traum erfüllte sich auf der Rückfahrt, als er zu seiner großen Freude ans Steuer der Gaucha durfte und uns sicher zurück nach El Calafate brachte. Nach dem Abschied von unseren drei Reisegästen, legten wir eine Pause im Appartement ein, bevor das nächste Highlight auf uns wartete: ein Abendessen in einer Höhle über dem Lago Argentino. Mit leichter Verspätung wurden wir von Nacho in einem Defender abgeholt und er staunte natürlich nicht schlecht, als er die Gaucha vor unserer Türe sah. Wir nahmen auf den hinteren Sitzen Platz und ließen uns von ihm durch die Abenddämmerung bis zu den sagenumwobenen Höhlen fahren. Schon auf der Fahrt lernten wir eine Menge historischer Details zur Region und zur Geografie Patagoniens. Mit uns belegte ein argentinisches Paar die Rückbank, mit denen wir uns sofort anfreundeten und einen tollen Abend hatten. Der erste Stopp war an einem Aussichtspunkt, von wo aus wir die Sonne über dem See beim Untergehen bestaunten. Danach ging es zu den Höhlen, wo wir mit warmen Ponchos ausgestattet, antike Malereien zu sehen und deren Bedeutung ausführlich erklärt bekamen, ehe wir zur mit Tischen, Stühlen und Kerzen dekorierten Haupthöhle gelangten, wo wir ein einfaches aber köstliches Abendessen in einmaliger Atmosphäre serviert bekamen: Kürbissuppe, Lammeintopf und Schokomousse, dazu einen super Rotwein. Auf dem Weg durch die Sternennacht ging es mit Laternen zurück zu den Geländewagen und dann zurück zu den Appartements. Was ein tolles Erlebnis! Doch der Tag hatte noch ein Highlight mehr zu bieten und so trafen wir uns zu später Stunde auf ein Bier mit Marinas Freundin Sessi, die heute zurück in der Stadt war. Danach fielen wir glücklich aber tot müde ins Bett und waren gespannt auf die anstehende Weiterreise nach Ushuaia, dem südlichen Ende der Welt =)


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