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A través de la estepa, hasta los Andes

A las 9 de la mañana abrimos las cortinas de la Gaucha y miramos el entorno, incrédulos. Delante y detrás de nosotros se alzaban montañas de color marrón rojizo, a la derecha y a la izquierda del valle todo era verde floreciente: ¡habíamos manejado de noche hasta un cañón! Mientras explorábamos nuestro nuevo entorno, el simpático jefe del camping nos saludó y nos habló de los numerosos visitantes que tienen en verano, y de cómo disfrutan la pequeña piscina que tienen. En lugar de nadar, llegó la hora de ducharnos, ya que muy cansados la noche anterior, las salteamos. Luego recogimos todo y partimos 500 km más al oeste, hacia Esquel, un pueblo al pie de la Cordillera de los Andes cerca de la frontera con Chile. Antes de agarrar ruta, queríamos poner Diesel en la camioneta, ya que el día anterior habíamos fracasado en nuestra búsqueda. Desgraciadamente, el único gasolinero allí en el "Valle Verde" se tomó con mucha calma la mañana y no abrió su mini gasolinera hasta el mediodía. En lugar de esperar unas horas más y después de que nos aseguraran que había una gran gasolinera en Las Plumas, sólo 100 km más adelante, salimos con el depósito un cuarto lleno, de vuelta a la Ruta 25. Al final, nos alegramos de haber decidido quedarnos a dormir en el Dique Florentino Ameghino, ya que de lo contrario no habríamos podido experimentar realmente el paisaje del desierto alrededor. Subimos al cañadón por el que habíamos descendido el día anterior, y desde donde se tiene una vista excepcional del valle con una impresionante represa esperando en la cima. La Ruta 25 continúa entonces a través de un espectacular paisaje desértico; la estepa patagónica, que se vuelve cada vez más montañosa y, por tanto, más variada hacia el oeste. Cuando la aguja del combustible estaba justo antes de la zona de reserva (que nunca habíamos probado), llegamos aliviados a Las Plumas. El empleado de la gasolinera nos saludó alegre de ver gente, pero enseguida nos dijo que lamentablemente no tenía Diesel normal. ¡no podía ser cierto! Y qué nos dijo en su lugar? En "Los Altares", a 100 km, hay definitivamente una estación con Diesel. Nos enfrentamos a la decisión de cargar Diesel Euro, que no es apto para la Gaucha, o probar la autonomía de reserva de nuestro depósito de casi 80 litros. Optamos por la segunda y seguimos conduciendo con una sensación de nervios en el estómago. Una buena hora después y con 15 litros de Diesel en el depósito, llegamos a Los Altares y pudimos por fin llenar el tanque. Días después mirando el ticket, nos dimos cuenta que esa llenada de tanque fue gratis; ni el encargado ni nosotros nos dimos cuenta de que nuestra tarjeta tenía ´fondos insuficientes` =) Los Altares no es sólo el nombre del pueblo sino también de los pequeños cañones que acompañan a la Ruta 25, desde el principio y casi hasta el final. Los recorrimos todos el camino bajo un sol radiante. Realmente habíamos imaginado que este eternamente largo paso de este a oeste sería mucho más aburrido, pero en cambio apenas podíamos dejar de hacer fotos. Al llegar a la Cordillera de los Andes y tomar la legendaria Ruta 40, que atraviesa toda la Patagonia con icónicos paisajes, el clima cambió y aparecieron fuertes vientos, lluvias y tormenta. Por suerte sólo duró hasta que llegamos a Esquel, un pintoresco pueblo donde habíamos alquilado una cabaña en "Cabañas Las Lumas" de Cristina, para quedarnos por tres noches. Nos gustó mucho la cabaña y estaba perfectamente equipada para nosotros. Cristina estaba fuera en ese momento, así que encontramos la llave escondida afuera y al cabo de un rato ya estábamos instalados. La cabaña estaba a 2 km de Esquel, en Villa Ayelén, un pequeño y hermoso asentamiento que exploramos inmediatamente, compramos lo esencial y, tras el largo viaje en coche, nos dirigimos a pie al pueblo para estirar las piernas. Allí cenamos un delicioso goulash y pasta antes de volver a pasar la noche y acostarnos.

Al día siguiente tocaba explorar Esquel. El pueblo se ha hecho un nombre en el turismo en los últimos años, ofreciendo una naturaleza hermosa y variada y mucha tradición heredada de los colonos galeses. Qué mejor manera de hacerlo que dando un paseo en el nostálgico Expreso Patagónico de principios del siglo XX. EL tren "La Trochita", operado por una pequeña máquina de vapor, fue alguna vez la importante conexión de viaje desde Esquel, en la provincia de Chubut, hasta Ingeniero Jacobacci, en la provincia de Río Negro, unos 400 kilómetros más al norte. En la actualidad el tren, que tiene casi 100 años de antigüedad y está en óptimas condiciones, sólo presta servicio a los turistas en el pequeño tramo hasta "Nahuel Pan", un pequeño asentamiento de la comunidad mapuche. Durante la salida, incluso el noticiero local estuvo cubriendo la salida. En el trayecto de una hora, nos esperaban vistas impresionantes, pasajes de montaña, animales en las granjas y al llegar a Nahuel Pan, además de un viento rugiente sobre la estepa patagónica, hay tortas fritas calentitas, artesanías y espectáculos de danza folklórica para maravillarse. A lo largo del camino, en cada control de carretera, la gente que nos esperaba nos saludaba alegremente, nos hacía fotos y vídeos y celebraba "La Trochita". Después de la excursión en tren, estábamos listos para nuestra primera caminata en territorio patagónico. Con la Gaucha subimos a la Laguna la Zeta en lo alto de Esquel, desde donde caminamos unos buenos 10 km a través de bosques, sobre ríos, hasta magníficos miradores con vista a las montañas circundantes de 2000 metros. Además de cielo azul, sol, vacas y caballos, no había ni un alma – aprovechamos para merendar unos mates entre vacas y nos dijimos ¡bienvenidos a la montaña! De vuelta en nuestra cabaña, cocinamos un poco, hablamos con amigos por teléfono y planeamos los próximos días. Que sensación más linda estar rodeado de montañas, inmediatamente nos sentimos como en casa y lo mejor de todo es que nos acompañarán desde ahora durante el resto de nuestro viaje por la Patagonia.

Trevelin es otro pueblo, a sólo 20 km de Esquel, por el que definitivamente vale la pena desviarse. La tradición de los inmigrantes galeses es muy importante aquí, por lo que desayunamos en una original casa de té galesa con deliciosas especialidades de pan y pasteles acompañados de música galesa - qué flash =) Llenos de azúcar, salimos primero a admirar las cascadas de "Nant y Fall" situadas en la Ruta 259 en dirección a Chile, antes de que nos hicieran una pequeña visita guiada a la bodega del mismo nombre. No sólo nos sorprendió que el vino se cultivara aquí en la Patagonia, sino sobre todo la variedad: ¡el Riesling! El vino blanco más conocido en nuestra patria schwäbische (la región de donde es Chris) adora las temperaturas frías que imperan aquí y, con mucho esfuerzo para mantenerlas constantes, se cultiva en este valle, al igual que el Gewürztraminer. Todo el personal tuvo sus dificultades con la pronunciación de los dos nombres alemanes y nos pidió varias veces ayuda con la pronunciación. Sin embargo, no probamos los vinos porque queríamos visitar por la tarde el antiguo molino de Marvin, del que ya habíamos oído hablar mucho. Un grupo de motociclistas cordobeses llegó con nosotros, por lo que Marvin no perdió la oportunidad no sólo de mostrarnos su hermoso molino de harina, que sigue intacto, sino también de introducirnos en su pequeño mundo. Resulta que Marvin es un coleccionista un tanto loco, visionario y charlatán, que enseguida cautiva a sus visitantes y sabe mostrar toda su propiedad en una visita que dura casi dos horas: un taller totalmente equipado en el que uno se siente transportado 100 años atrás, aviones con hélice aún intactos en el garaje, con los que él mismo surca de vez en cuando los cielos, maquinaria agrícola inglesa restaurada de primera calidad, así como un lago creado por él mismo, que incluye su propia piscicultura. Con interminables relatos sobre la historia de su familia, de su pueblo, de la Patagonia y de toda Argentina, se puede pasar fácilmente una tarde entera con Marvin. Luego fuimos de compras a Esquel, empacamos nuestras cosas e hicimos planes para el siguiente punto culminante y la principal atracción de la región: ¡el parque nacional Los Alerces! Aquí habíamos planeado al menos tres noches en los campings y nos preparamos para los días de lluvia, ya que se dice que aquí llueve 300 días al año. Emocionados y llenos de ilusión por la aventura en la naturaleza que se avecinaba, dijimos buenas noches por última vez en nuestra pequeña pero bonita cabaña de Esquel, donde nos gustó mucho quedarnos. La verdad la región tiene mucho más que ofrecer, además de todo lo que visitamos hay una gran zona de esquí en invierno. No será la última vez que nos alojemos aquí, definitivamente volveremos =)


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